La segunda de las ermitas que nos encontramos en la ruta propuesta es la de Santa Caterina -o Catalina-. Su nombre alude a Catalina de Alejandría, una filósofa que, inspirada por el sueño de un ermitaño, se convirtió al cristianismo. La simbología de esta ermita alude a la esencia de lo femenino, por lo que no es de estrañar que en diversas ocasiones haya sido habitada por mujeres ermitañas. Es un lugar totalmente troglodítico, que posiblemente ya fuera un espacio de culto en tiempo ancestral. Al ser un lugar de gran estacionalidad de pájaros y cabras, es la ermita adecuada para que el ermitaño desarrolle el contacto intuitivo con los animales de la montaña, neutralice su herencia de especie humana como depredador, y muestre a los seres vivos de la montaña su unión pacífica con los seres de la Naturaleza.
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Gracies Nuria, es un tema mol interesant. una abraçada lydia